Cada beso es una llama para el resplandor de los muertos.
-Gonzalo Rojas-
Aún tengo presente cuando mi madre
Tras haber ido a comprar pan con mi tía Elsa
Miró el espejo del carro con las palabras que yo
Su hijo lindo y querido había escrito: RAMERA,
Aún me acuerdo de su regaño
Y su intrigante pregunta:
“¿Sabes que es eso?”
Y Yo como un completo desentendido dije: No
Me miró algo alterada
Me dijo que no quería que volviera a escribir eso
Y yo, sin más ni menos, asentí.
Ahora han pasado más de 10 años de aquel día
Conocí a Estefania en un miércoles ahí por metro Pino Suárez,
Recuerdo que yo caminaba tranquilamente por la acera
Y de pronto ella se acercó y con un ligero chasquido de labios
Llamo mi atención
“Hola papi, ven, ¿cómo te llamas?”
Carlos, mucho gusto, ¿y tú mamita?,
“Estefania ‘ahí pa lo' que se te ofrezca chulo”.
La miré fijamente, le sonreí y ella me sonrió,
Fue como un flechazo
Ni siquiera sabía que decir
Pero ella, desesperada
Me abrazo y me dijo
“Abrázame, dime que quieres ser mi nuevo chulo”
Reaccioné un tanto asombrado, no sabía que decir
Le pregunté acerca de su oficio (fingí demencia)
“Soy una prostituta, vendo caricias, vendo besos, vendo mi cuerpo”
Me llevé ambas manos a mi rostro y solté una pequeña risa in sinuosa.
La tomé de ambas manos, la miré fijamente y le dije
“Una vez escribí tu oficio al bordo del carro de mi madre”
Ella no sabia que hacer, incluso dio un paso atrás
Me miró con extrañeza y me dijo
“Tu no eres como los demás”
Sonreí y le dije
“Pues claro que no, yo no le he pedido nada y ya me dio todo”.
Quedamos de tomar un café,
Pidió el clásico café Americano,
Yo le dije que odiaba el café americano
Yo mejor pedí un mocapuccino
Pasaron las horas y reíamos
Me miraba intrigada y tomó una de mis manos
Y la dirigió justamente hacia su vagina.
Sin pedir nada poco a poco subió su falda,
Estaba húmeda y eso le hizo sorprenderse
Ya que, confesó que no le excitaban más los hombres
Río y me miró como se mira cuando se está enamorado
Y me pidió con insistencia que partiéramos hacia un Hotel.
Ni siquiera me rehusé, la tomé como si fuésemos una pareja
Y caminamos hacia el hotel más cercano,
Le manifesté mi preocupación por las enfermedades venéreas
Así que tomé mi mochila y saqué todos mis condones.
Y así pasaron los minutos y las horas,
Su excitación era enorme, lo supe por el griterío que se tenía,
Siempre me ha gustado la práctica de (como Alex DeLarge lo denomina)
“El mete-saca”
Su rostro era hermoso
Sus pechos eran cálidos
Sus nalgas estaban duras, bien formadas,
Sus curvas eran perfectas.
De repente me dio mucha lástima su vida
Recordé a las antiguas cortesanas
Antes las rameras no vivían así
Eso hizo que mi erección se interrumpiera
Y así como así el griterío fue cesando poco a poco.
“¿Qué pasa Carlos?, ¿ya no me quieres coger más?”,
“No es eso Estefanía, por mi puedo estar así toda la tarde”,
Ambos callamos, volteó su mirada hacia mí y soltó en lágrimas
Me gritó como nunca nadie lo había hecho y me llamó un aprovechado
Un “ilusionista”, yo dije nada, preferí callar,
Nada de lo que decía era cierto, ¿pero para qué pelear?.
Se vistió y salió corriendo,
Hice lo mismo, mi pene ardía pues ya eran bastantes los rounds que llevábamos,
Las envolturas de condones estaban regadas por doquier (y no se digan los condones usados),
Decidí ser decente y levantar todo,
Salí como si nada, tomé mi sombrero y mi abrigo
Por suerte tenía un cigarro en un bolsillo
Miré al cielo, suspiré y seguí mi camino.
Pasaron los días, volví a pasar por el mismo lugar donde la encontré
Y ahí estaba, perpleja al mirarme, contenta en cierta forma
Pero sobre todo, apenada,
Le era imposible amar, y para mi imposible aceptarla como tal,
No sé si yo me vi egoísta pero tan solo tomé mi sombrero
La miré fijamente, hice una reverencia y le dije
“Gracias ramera por permitirte al menos un día amar, eso lo supe puesto que no pagué nada”.
Suspiró, pero un albañil ya estaba en frente suyo y yo,
Aprovechando la interrupción
Me fugué como Batman sin dejar rastro alguno.
Entonces en la noche ya en casa de mi madre,
Le recordé el incidente de mi infancia en el carro
Sobre la ventana y la palabra prohibida
Le dije que hizo mal en prohibirme escribirla
Le dije que Estefanía tenía una piel fresca
Y sus pasos eran como galopes lejanos como de perlas
Le dije que no mirara con desprecio a las rameras
Ya que su más grande maldición es la de no poder amar
Puesto que cada mirada que roza las suyas
Es como la de un objeto muerto
Una mirada podrida de flor,
Pero que aún después de todo
Eligen un día al menos: amar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario